Congruencia
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 18 junio, 2008
Congruencia
Vilma Ibarra
Si algunas acciones fueran parte cotidiana de nuestra vida personal, sin duda fortalecerían y mejorarían la calidad de nuestra convivencia social. Por el contrario, al tornarse ajenas, como especies en proceso de extinción, pareciera que esas acciones —otrora tan valoradas— van perdiendo sentido. Eso pasa con la congruencia. No nos compliquemos. Sin entrar en las acepciones matemática, legal o religiosa, el diccionario de la Real Academia Española define la congruencia como “relación lógica, coherente, conveniente”. ¿Entre qué? Muy sencillo entre lo que se dice y lo que se hace.
El problema que tenemos no es que pensamos diferente unos de otros. Es que no queremos aceptar que los demás no piensen como yo. Es que nos resulta sumamente difícil actuar de acuerdo con lo que decimos, de modo que nos llenamos la boca hablando de tolerancia pero actuamos de manera intolerante a la hora de juzgar a quienes piensan contrario a nuestra sagrada opinión. Nos sobran discursos para hablar de la imperiosa necesidad de aceptar las maneras de pensar de los otros, pero a la hora llegada actuamos de manera tal que nos desdecimos una y mil veces con nuestro comportamiento. Por eso en algunos grupos —sean políticos, religiosos o familiares— más que una sana práctica de convivencia y deliberación de opiniones e ideas lo que se observa es cada vez mayor sectarismo…
Volvamos. La congruencia es esa sensación de coherencia, de sinceridad, que nos proporciona una dosis de fuerza interior que se traduce hacia fuera de nosotros como transparencia y honestidad.
En otras palabras, ser congruentes es ser de una sola pieza, es lograr que nuestras acciones sean iguales a nuestras palabras. Por ejemplo, si decimos que estamos comprometidos con el respeto y la tolerancia a las ideas de los demás aunque no las compartamos, nuestro comportamiento debe reflejar ese compromiso. No se trata de una pose. Se trata de un reflejo real, un espejo entre la idea y el acto.
La congruencia por tanto es correspondencia. Y resulta esencial para una actuación ética basada en los valores que determinan nuestra forma particular de actuar y que además tiene fuertes implicaciones en la edificación de la conducta social. Tal vez vale la pena recordarlo, sobre todo porque en política partidaria se olvida fácilmente y la política partidaria con sus problemas entre “familia” tiene muchos reflectores y muchos micrófonos…y por ello es que al actuar de manera incongruente, algunos quedan al desnudo…
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