El Instituto Cultural de México
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 16 mayo, 2008
Arnoldo Mora
En un artículo anterior, dando mis impresiones a propósito del último Festival de las Artes y su gran éxito y —más aún— de su importancia en momentos en que el país vive la mayor crisis de valores de su historia reflejada en su forma más dramática, en la inseguridad ciudadana, hablaba de la efervescencia cultural que vive la ciudad capital y que ahora tiende a extenderse dichosamente más allá del área metropolitana.
Hoy tocaré otros aspectos no menos relevantes y de esa maravillosa dimensión de nuestro quehacer nacional y de sus principales actores, ya que en la vida cultural las cosas no se hacen solas, siempre hay un sujeto activo detrás. Pero ese sujeto puede ser una persona o una institución, puede expresarse o materializarse en actividades concretas, en eventos periódicos o en instituciones debidamente consolidadas que le dan permanencia a todo el trajín diario de los agentes culturales. En cuanto a las actividades, estas se llevan a cabo todas las noches y en múltiples manifestaciones. En cuanto a los eventos periódicos, ya los hemos mencionado en el referido artículo, si bien se pueden —y sería justo hacerlo— mencionar muchos otros más. Ya habrá oportunidad para ello.
Me referiré a algunas organizaciones que son grandes focos de la actividad cultural de la capital —algo así como volcanes en activo— que constituyen una de las más importantes y trascendentes colaboraciones de países hermanos. Me refiero a los centros culturales que algunas embajadas mantienen desde hace años en San José. Todos los conocemos porque no hay noche en que no nos sorprendan con eventos culturales de toda índole, que se anuncian en los medios y que son frecuentados por un asiduo público. Hoy me referiré, en forma específica, a la conmemoración de los 20 años de fundación del Instituto Cultural de México. Lo llevo muy cerca en mi corazón y en mi memoria porque desde sus orígenes mi esposa y yo apoyamos al entonces agregado cultural Carlos Ortega, gran amigo de la familia, quien fue el principal gestor de la construcción y traslado a la sede actual, porque antes quedaba en una vieja casona en el costado Este del Parque Nacional.
Siempre hemos mantenido excelentes relaciones con los agregados culturales. Hoy puedo decir que nuestra amistad con la señora Embajadora y con el agregado cultural de ese hermano y gran país es entrañable. Por eso lamenté no poder asistir a la actividad con ocasión del vigésimo aniversario de la fundación del Instituto por razones de salud. Pero doña María Carmen Oñate y don Pedro González saben que nuestro corazón estaba y seguirá estando al lado de ellos, como lo está el de todos los costarricenses que valoran la cultura y el aporte inconmensurable que para la vida cultural del país representa ese hermoso y acogedor volcán de actividades que es el Instituto Cultural de México.
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