Retrasos
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 20 octubre, 2008
Marcello Pignataro
En una muestra más de la prepotencia con la que han venido manejando cuanta institución se les ha dejado manejar, los sindicalistas se dieron el lujo de rechazar ad portas la propuesta de indemnización presentada por el Gobierno, la semana pasada, con el fin de gestionar la concesión de los muelles de Moín y Limón. Ni siquiera tuvieron la decencia de aceptar el documento, leerlo aunque fuera una vez y después decir que no aceptaban las condiciones.
El PAC amenaza al país con volver a enviar la última ley del TLC a la Sala Cuarta porque, según ellos, atenta contra la constitucionalidad del país si no se eliminan dos cláusulas del texto votado.
Unos “patriotas” y —me imagino— excelsos deportistas que todos los días van a correr a La Sabana deciden poner un recurso de amparo contra la construcción del Estadio Nacional, una vez que el anterior fue demolido y sin que se dignen tan siquiera presentar alternativas válidas para beneficio del pueblo costarricense.
Por una apelación a solo una de las rutas que componen el plan de líneas intersectoriales, está detenido —hasta nuevo aviso— el concurso que permitiría descongestionar la ciudad capital de autobuses y aligerar el traslado de personas de un punto a otro.
Los cuatro párrafos anteriores retratan al país de cuerpo entero. Grupos pequeños, minoritarios, deciden qué se hace y qué se deja de hacer en este país. Muchos —sobre todo el segundo y el tercero— amparados al exceso de legalidad, tramitomanía y burocracia asfixiante que reina en Costa Rica.
Como estos cuatros casos hay cientos, miles más que, poquito a poco, van impidiendo que el país avance, que se supere y que nos vayamos insertando en lo que algunos han dado en llamar el “Primer Mundo”.
Los cuatro ejemplos que aquí cito estoy seguro de que son rechazados por una inmensa mayoría en nuestra pequeña Costa Rica.
¿En manos de quién estamos? ¿Estamos en manos de los grupos pequeños que hacen y deshacen —repito: amparados en la legalidad— en este país? ¿No elegimos un gobierno por mayoría para que, con todo y capitán, nos llevara a buen puerto? El gobierno actual no ha sido malo, simple y llanamente porque no podía serlo después de su antecesor.
Vivimos amarrados por una Asamblea Legislativa que dedica dos horas de sesión —para después decidir que no hay quórum para sesionar— a discutir acerca de si hay que poner un punto o una coma en un documento.
La Sala Cuarta decide si se hacen carreteras, si se dan medicinas, si se hacen estadios, si se construyen viviendas, si se siembra café, si llueve o hace sol.
La Contraloría, por su parte, decide refrendar o no contratos que llevan tiempo negociándose y nos dejan a todos en ascuas esperando el veredicto, como lo hacían los romanos en el circo.
Y la pregunta del millón es: ¿qué hacen nuestros gobernantes, nuestros ministros para permitir que el país avance? Muchos también estamos hartos, pero de las excusas.
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