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El Derecho de la Información

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 21 julio, 2016


Habría que ver otros capítulos de la historia de la relación poder político/poder mediático para precisar cómo es que la concentración de medios en pocas manos puede distorsionar el derecho a la información

De cal y de arena

El Derecho de la Información

Algo hay que agradecer a la estulticia con que los altos mandos del Banco Nacional de Costa Rica (BNCR) quisieron arrodillar (cuidado si no silenciar) al periódico La Nación por publicar una serie de reportajes que desnudaban decisiones de política institucional allí arriba adoptadas, no precisamente caracterizadas por una correcta interpretación de las leyes ni por su elegancia, menos por la ética. Lo bueno de tanta torpeza es que reabrió el debate sobre lo que significa el Derecho a la Información como un derecho humano que comprende la prerrogativa de investigar, recibir y divulgar informaciones y opiniones, bien sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, incluyendo cualquier otro procedimiento a discreción, sin sumisión a previa censura ni a limitante alguna que no sea la asunción de las responsabilidades derivadas del irrespeto a los derechos o la reputación de los demás y la protección de la seguridad nacional, el orden o la salud públicos, sí también con observancia del principio de veracidad como inspirador de la información. Ante una normativa tan explícita, clara y contundente amparada en todos estos ámbitos por nuestra Constitución Política, por la Declaración Universal de Derechos Humanos, por el Pacto Internacional de Derechos Humanos Civiles y Políticos y por la Convención Americana de Derechos Humanos, resulta evidente la temeridad con que el BNCR atropelló la institución del Derecho a la Información y castigó al diario con el retiro de toda la publicidad por divulgar lo que tenía todas las marcas de una gestión bancaria lastimosa.

Cuánto se acostumbra en esta Arcadia moldear el ejercicio del derecho a la información con artilugios espurios como esa con que se dosifica la publicidad, o con la facilitación del guiño del ministro o con los edulcorantes para ablandar al periodista (fondos que se canalizan vía agencias de publicidad, para disfrazarlos) o con algo muy delicado como el efecto adormecedor de la crítica gracias a la facilitación de las frecuencias radioeléctricas o con el trato favorecedor a los negocios de los jeques del periodismo, es debate pendiente. Cabe recordar aquel consejo del memorando del miedo como estrategia para insuflar el TLC: “Hay que poner a funcionar baterías en todos los programas de opinión y mejorar la pauta publicitaria del gobierno en una serie de programas de radio conducidos por gente que tiene toda la disposición de ayudar al gobierno”. ¿Qué factores están influyendo para que la práctica del equilibrio (fairness) en la estructuración de la noticia, esté hecha trizas? Hoy La Nación levantó un muro que quizá otros medios con menor fuelle económico no podrían erigir. Aún así, habría que ver otros capítulos de la historia de la relación poder político/poder mediático para precisar cómo es que la concentración de medios en pocas manos puede distorsionar el derecho a la información y posibilitar la manipulación de la reacción de la opinión pública. Dicho todo lo cual… ¡cuidado con esas iniciativas de gobierno dizque para poner equilibrios en la distribución de la publicidad del sector público!. Puede salir más caro el caldo que los huevos.
 

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