La bipolaridad nunca se fue definitivamente
Alberto Salom Echeverría [email protected] | Viernes 03 noviembre, 2023
Alberto Salom Echeverría
Introducción
La ciencia política caracterizó al mundo dividido en dos bloques dominantes a partir del fin de la segunda guerra mundial. Con el concurso del bloque capitalista occidental, liderado por los Estados Unidos (EE. UU) de un lado, y por el otro el bloque de países socialistas conducido por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el mundo logró deshacerse de una de las mayores amenazas que constituyó para toda la humanidad el eje nazi-fascista, conformado principalmente por Alemania, Italia y el Imperio japonés. Por eso esta última alianza, se conoció también como “el eje Roma-Berlín-Tokio”, aun cuando tuvo otros países aliados.
Al concluir la guerra en 1945, se conformaron los dos grandes bloques que cité al inicio, cuya rivalidad fue asumida por ambos como irreconciliable. Esta visión hizo que quedara sembrada la semilla de la discordia de un modo permanente. La confrontación no se convirtió sin embargo en violenta, por la sencilla razón de que ambos bloques reconocieron la capacidad militar del otro. Un enfrentamiento militar violento entre la URSS y sus aliados frente a los EE. UU y los suyos, se consideró siempre hiper destructivo.
Muy rápido después del cese de las hostilidades de la segunda guerra mundial, tanto los EE. UU como la URSS, desarrollaron un enorme potencial tecnológico destructivo que, de haberse empleado habría representado la destrucción del Planeta en que vivimos. Fue por ello por lo que, paradójicamente, la paz se cimentó en una gran medida, sobre el temor de cada uno de los contendientes a la capacidad del otro para propinarle a su adversario un daño irreparable. Como dijo el afamado historiador de origen argentino, Tulio Halperin Donghi, se trata de una época en la que ningún teórico de la política internacional puede dejar de tener en cuenta la irrupción del “átomo” en la tecnología militar.
La guerra fría y la lógica diabólica de la bipolaridad
La guerra fría se denominó de esa manera, casualmente porque ambos bloques inician una devastadora guerra comercial entre ellos encaminada a sobrepasar en el terreno económico a su enemigo. La guerra, además, no fue descartada del todo, por cuanto las dos principales potencias llevaron a cabo lo que Henry Kissinger, principal asesor del exmandatario Richard Nixon de los Estados Unidos, denominó con el pomposo nombre de “Guerra Restringida”. Una forma eufemística de avalar la guerra de posiciones en la que entraron los EE. UU y la URSS después de la segunda guerra mundial. Supuestamente, la guerra restringida podía ser controlada “racionalmente” sin que escalara más allá del conflicto local. El argumento devino completamente falaz, por varias razones:
1. Ciertamente no estalló una tercera guerra mundial, pero estuvo a punto; como en la península de Corea, en Viet Nam, Laos, o el Reino de Cambodia (Camboya por su nombre oficial). Otro punto caliente sin duda fue el conflicto que se produjo entre los Estados Unidos, La Unión Soviética y la República de Cuba en octubre de 1962, a propósito de la instalación de unos misiles de alcance medio por parte de la URSS en la isla antillana. Este último solamente se apaciguó merced a una compleja negociación entre los gobernantes John Kennedy por EE. UU y Nikita Jrushchov por la URSS, de la que por cierto excluyeron nada menos que al gobernante cubano Fidel Castro. La instalación de misiles por parte de la URSS buscaba disuadir a los EE. UU de invadir a la Isla. Las negociaciones culminaron por fin con un acuerdo, inicialmente secreto que conllevó lo siguiente: 1.a Retirada de los misiles nucleares soviéticos de la Isla de Cuba. 1.b Compromiso de EE. UU de no declarar la guerra a Cuba. 1.c Retirada de los misiles nucleares de EE. UU en Turquía que constituían una amenaza para los soviéticos. 1.d Retirada de los misiles nucleares de EE. UU instalados en Italia. 1.e Se abrió una línea de comunicación directa entre la Unión Soviética y los Estados Unidos mediante lo que se llamó “teléfono rojo”.
2.1 Las grandes potencias, so pretexto de proteger su influencia en determinadas zonas del globo terráqueo, impulsaron intervenciones militares en países que estimaban eran sus aliados y en los que, consideraron que su influencia se debilitaba. Antes de la guerra fría, la Unión Soviética invadió: Uzbekistán (1924), Tayikistán (1929), Armenia, Kazajistán y Kirguistán (1936), Letonia, Lituania, Estonia y Moldavia (1940). Propiamente en el período de la guerra fría la URSS con sus aliados del Pacto de Varsovia invadieron principalmente: Hungría en agosto de 1956, para aplacar una insurrección popular; en agosto de 1968, los mismos países aliados del pacto de Varsovia incursionaron en Checoeslovaquia, bajo el liderazgo de la URSS, para someter a las fuerzas leales al reformista Alexander Dubcek, líder comunista que pretendía “darle un rostro humano” al socialismo en su país. Más recientemente se produjo la intervención de la Unión Soviética en Afganistán, para apoyar a sus aliados internos; pero aquel conflicto le consumió nuevamente enormes recursos humanos y materiales, hasta el extremo, consideran algunos analistas, de que se convirtió en uno de los factores que contribuyó a precipitar el colapso de la economía soviética en el año de 1989. Aunque, no hay que olvidar que la URSS también fue un pilar que brindó apoyo logístico y militar a los movimientos de Liberación Nacional que se estructuraron y con frecuencia se alzaron en armas para sacudirse del colonialismo y del neocolonialismo, sobre todo en los continentes africano, asiático y americano, o como en América Latina, donde corrientes progresistas y antimperialistas, de base socialista y comunista se coaligaron para barrenar las dictaduras militares oligárquicas y proimperialistas.
2.2 Por su parte, Los Estados Unidos junto a ocho países de occidente crearon la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) en el mes de abril de 1949, con el pretexto, de “defenderse mutuamente en caso de una agresión foránea contra cualquiera de ellos”; o sea, se trataba de un pacto básicamente con fines militares, expansionista e imperialista. La lista de la intervención abierta de los Estados Unidos en otros países para conservar su influencia fue tan extensa y abusiva durante la guerra fría, como lo había sido a lo largo de su historia desde la independencia a finales del siglo XVIII. Pero en esta ocasión contó con el apoyo, muy asiduamente, de sus aliados de la OTAN.
Igual que en el caso anterior, presento algunos de los ejemplos más connotados de estas intervenciones de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN: El gobierno de los Estados Unidos junto al Reino Unido intervinieron fuertemente en la guerra civil griega del lado de las fuerzas más retrógradas que estalló en marzo de 1946 y finalizó hasta el mes de octubre de 1949. Asimismo, respaldó a Francia, en su incursión al lado de un sector de las fuerzas militares y civiles en la guerra de Indochina que se originó en diciembre de 1946 y tuvo su culminación ocho años después en 1954. Las fuerzas militares de la potencia occidental participaron en el bloqueo de Berlín en junio del 48, junto al Reino Unido y Francia que se extendió hasta mayo del 49, enfrentados a la URSS y sus aliados alemanes del este. Un papel decisivo tuvo el ejército de los Estados Unidos en la guerra de Corea que tuvo su inicio en 1950 y se prolongó hasta 1953, dejando como saldo indeseable para el pueblo de Corea, la división en dos países y una enorme cantidad de heridos y muertos en la guerra. En otro orden de cosas, en Latinoamérica, considerada por los gobernantes estadounidenses su “patio trasero”, una vez que triunfó la Revolución cubana en 1959 y definió su rumbo antimperialista y socialista, los Estados Unidos declararon abiertamente su antagonismo y comenzó un criminal bloqueo económico en contra del pueblo y del gobierno de Cuba que, no ha cesado hasta el presente. Además, los diversos gobiernos estadounidenses desde entonces, con la excepción del gobierno de Obama, han apoyado intervenciones militares de fuerzas retrógradas, como en Bahía de Cochinos y sabotajes de todo tipo a la economía de la Isla, sin haber logrado su objetivo de desestabilizar al gobierno con el nefasto propósito de hacerlo sucumbir. Con anterioridad, en Guatemala habían financiado a las fuerzas subversivas, proimperialistas y de derecha que conspiraron contra los gobiernos democráticos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. En este caso, el ejército de Guatemala, junto a la CIA estadounidense consiguieron su cometido de socavar al gobierno progresista y antimperialista de este país encabezado por el presidente democráticamente electo de Jacobo Árbenz Guzmán, al cual se le propinó un Golpe de Estado.
Por otro lado, en el Oriente Próximo (según los europeos), u Oriente Medio (según los anglosajones), el gobierno estadounidense y nuevamente su aliado natural el Reino Unido, no escatimaron recursos en apoyo a la Dinastía Pahlavi, pese al carácter de “Dinastía Persa” (hoy Irán) extremadamente represiva, discriminatoria y dictatorial. En el Medio Oriente, desde la instalación del Estado de Israel, bajo la influencia del Reino Unido y muy poco después de los Estados Unidos, la ONU decretó la fundación de dicho Estado y casi de inmediato las potencias occidentales se dedicaron a apoyar militarmente a Israel, lo que produjo una enorme inestabilidad en la región y conflictos armados extremadamente peligrosos por la posibilidad de una escalada de este a nivel mundial. En resumen, cito “En la época de la Guerra … [la dinámica intervencionista de EE. UU] se extendió a todo el mundo. Con la excusa de la lucha contra la Unión Soviética y la amenaza comunista, Estados Unidos tuvo una intensa actividad en todos los continentes para frenar la influencia del bloque oriental. Esto le llevó a un intenso intervencionismo en Europa, África, Oriente Próximo y Asia.” (Cfr. www.elordenmundial.com).
3. La lógica “diabólica de la bipolaridad” propició un incremento desproporcionado en ambos bloques del armamento nuclear, desatándose la “carrera armamentística” que, merced a los adelantos tecnológicos aplicados a lo militar, consumió ingentes recursos económicos, en desmedro de recursos financieros que habrían sido sumamente útiles para los países subdesarrollados. El crecimiento del armamento en uno de los bloques propiciaba y estimulaba el armamentismo nuclear en el otro. Esta lógica perversa taladró la economía en ambos bandos que se consideraban antagónicos. La peor parte parece haberla llevado el “Bloque del Este” que, a la altura de 1989 implosionó, tocando fin, la alianza del COMECON, desintegrándose la Unión Soviética y en general el llamado “socialismo real”.
Una de las secuelas principales de este mundo bipolar fue que en general nos acostumbramos a ver la política rígidamente segmentada, hasta el extremo de que las posibilidades de desarrollo de los países más vulnerables de la Tierra dependían del apoyo de uno de los bloques hacia ellos. Ni siquiera los países productores de hidrocarburos (carbón, petróleo, gas natural), fueron capaces por sí solos de avanzar con justicia y equidad hacia el desarrollo sostenible. Las ideologías contrapuestas alimentaban el odio entre los contendientes y también en sus aliados y países que caían en sus órbitas de influencia.
Tampoco la misma existencia de la muy importante organización de “los Países No Alineados” fue capaz de escapar completamente del mundo de la bipolaridad; aunque en algunos momentos de la historia jugaron un papel importante para apuntalar las negociaciones pacíficas de países sumergidos en conflictos bélicos internos o entre naciones.
La bipolaridad nunca se fue definitivamente.
La desintegración de la Unión Soviética y la caída de los países del llamado “Socialismo Real”, dejaron ciertamente un vacío en aquel mundo de la bipolaridad, permitiendo que el poder político de los Estados Unidos se consolidara momentáneamente todavía más. Así se inició un período que se conoce con el nombre muy discutible de la “Unipolaridad”. Se supuso por algunos el fin de las ideologías, pseudoteoría vacua y superficial que no tardó en desmoronarse con la misma rapidez que emergió, bajo la influencia de los controversiales y sesgados escritos de Francis Fukuyama, politólogo de la Universidad de Stanford, quien proclamó además en un libro publicado en 1992 por Free Press “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, cimentado a su vez, en algunas consideraciones hechas con antelación por el historiador Alexis de Tocqueville. Fukuyama proclama sin base científica que ha sobrevenido el fin de la historia como lucha de ideologías, y que ha comenzado un mundo basado en la política y la economía de libre mercado que, se ha impuesto a lo que el autor llama utopías tras el fin de la Guerra fría. (Cfr. Woods, Alan. “Fukuyama cambia de opinión, el socialismo debería volver”. 31 de octubre, 2018. https://es.wilkipedia.org/wiki/Francis_Fukuyama#cite_ref-:0_4-1) Como puede suponerse, Fukuyama fue miembro del departamento de Ciencias Políticas en la Corporación RAND y en el equipo de planeamiento político del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Aunque se supone que Fukuyama después, abandona esta teoría y escribe: “El conservadurismo ha evolucionado en algo que ya no puedo apoyar”. (Cfr. El liberalismo y sus desencantos. Deusto. 2022. ISBN 978-84-234-3401-5.)
Hoy, a duras penas parece estar emergiendo un mundo regido por otras reglas, las de la multipolaridad. Un conjunto de países, los cuales se están aliando, cuestionando las bases de un “orden”, más bien, en mi concepto un gran desorden internacional, regido por las reglas impuestas por los Estados Unidos, desde Bretton Woods. Nuevo sistema monetario y financiero internacional, que articula un sistema que considera que, para obtener el desarrollo y la paz internacional debe aflorar el librecambismo que imperaría en las relaciones entre los países. El dólar sería a partir de entonces la moneda de cambio. La conferencia de Bretton Woods se celebró en Nuevo Hampshire EE. UU, en julio de 1944. Hoy la primacía del dólar está siendo más cuestionada aún que cuando lo hizo Charles De Gaulle, exgobernante francés, quien obligó a Nixon, a la sazón presidente de los EE. UU en 1971 a establecer la paridad del dólar con el oro.
Sin embargo, tanto la fatídica guerra ruso-ucraniana, como la que se libra entre Israel y Hamás, desoyen el clamor muchos pueblos que desean la paz entre las naciones. Muchas otras personas todavía son víctimas de una visión bipolar y dicotómica del mundo y miran el conflicto con unos lentes bipolares, una realidad negra o blanca, excluyente del otro, que impide entender la enorme complejidad que se esconde en esos conflictos, como en los que tienen lugar en Siria, los que se dieron en el norte del África bajo la mal llamada “primavera árabe”, o en una gran cantidad de países africanos subyugados hoy por la guerra.
Imposible mejorar este mundo que sigue calentándose por una economía que continúa enganchada a la industria contaminante de los hidrocarburos, mientras seamos víctimas de esa visión dicotómica, excluyente. Imposible, lograr la paz entre los pueblos y los seres humanos, cuando continúan aflorando guerras fratricidas que siembran más odio y rivalidad en el alma humana, porque cada uno de los contendores excluye al otro del mundo. La verdad es que la bipolaridad nunca se fue, ni está a punto de irse y las potencias apoyan ese mundo excluyente, segregacionista, desigual e inequitativo, humeante y bélico.
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