Metamorfosis económica
Juan Manuel Villasuso [email protected] | Martes 27 mayo, 2008

Metamorfosis económica
Juan Manuel Villasuso

Tres clásicos de la literatura han abordado la metamorfosis: Franz Kafka, que describe la transformación de Gregor Samsa en un insecto; Ovidio, que narra los cambios de las divinidades grecolatinas; y la obra de Apuleyo titulada el “Asno de Oro”, que cuenta las desventuras de un joven convertido en burro.
La metamorfosis es una habilidad de algunos “seres vivos” para adaptarse al entorno en el que se desenvuelven. Esa plasticidad les permite sobrevivir y ser exitosos.
En la metamorfosis de los animales cada etapa es algo nuevo. La larva vive cosas distintas a la ninfa y la pupa se comporta como si nunca hubiera sido larva. Lo relevante no es el precedente, sino lo que acontece en cada momento y el adaptarse de la manera más conveniente al nuevo entorno.
Ese devenir biológico, donde se puede cambiar de forma y de comportamiento sin volver a ver atrás, no es un referente para la vida social. En la convivencia social todos los actos tienen consecuencia y todas las personas son responsables por sus actos.
Los seres humanos somos capaces de conductas diversas ante cada situación, es por eso que los actos son valorables éticamente. Causar pobreza o fomentar el enriquecimiento exagerado de unos pocos es considerado hoy día como un “pecado social”. Los que así actúan o han actuado deben responder por esas acciones.
Pero no solo desde una perspectiva ética e individual pueden calificarse las acciones, sino también desde una visión social y colectiva. Las personas que en el ejercicio de funciones públicas han promovido medidas que han ocasionado daño son políticamente responsables por esos actos.
En materia económica no debe aceptarse la metamorfosis. Quienes han promovido desde el Banco Central y otras dependencias gubernamentales políticas que han perjudicado a muchos costarricenses y a muchos sectores económicos no pueden, de golpe y porrazo, olvidarse del ayer para hablar solo del mañana.
Quienes con su discurso y sus actuaciones despojaron a las entidades del Estado de instrumentos necesarios para hacer política económica no pueden venir ahora a proponer que se apliquen esas herramientas sin antes reconocer que se habían equivocado y que aceptan que las instituciones públicas requieren armas adecuadas para poder intervenir mercados que rara vez son competitivos y evidencian múltiples imperfecciones.
El desdén hacia las políticas sectoriales y en favor de los equilibrios macroeconómicos, el rechazo a la seguridad alimentaria en aras de la importación de alimentos, el sacrificio del mercado interno en el altar de la apertura, el olvido de las políticas distributivas para pensar tan solo en el crecimiento, la renuncia a la inversión pública para buscar utópicos balances fiscales, y los afanes desmedidos por impulsar un sector financiero que tiene grandes ganancias pero muy poco apoya a la agricultura, son algunas de las políticas aplicadas en Costa Rica que nos dejan desguarnecidos en tiempos de vacas flacas.
Los que promovieron e impusieron esa estrategia mercantil no pueden ahora, porque la jarana les salió a la cara, pretender hacer metamorfosis económica sin antes reconocer sus errores y asumir la responsabilidad que les corresponde.
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