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Nuestra huella hídrica

Juan Manuel Villasuso [email protected] | Martes 10 agosto, 2010



Dialéctica
Nuestra huella hídrica

Hay ideas que resultan odiosas y aberrantes porque van en contra de la naturaleza humana. En la dimensión política están las que reprimen la libertad, en lo social las que promueven la exclusión por razones de religión o etnia, en lo cultural las que pretenden imponer el pensamiento único, y en lo económico aquellas que consideran que todos los bienes y servicios deben considerarse como mercancías transables en el mercado.
Sobre estas últimas, hemos visto en años recientes como en el imaginario costarricense han ido ganando aceptación, especialmente en ciertos estratos sociales, planteamientos que atentan contra derechos fundamentales y que deterioran la convivencia solidaria. En materia de salud y educación los ejemplos abundan cuando se abordan desde lo público o desde lo privado.
Es por eso que resulta estimulante, a pesar de los bandazos, la falta de claridad conceptual y las posiciones extremas de algunas fracciones, la polémica suscitada en la Asamblea Legislativa en relación con la declaratoria constitucional del agua como derecho humano fundamental y su reconocimiento como bien de dominio público.
Esta discusión es importante y trascendente porque el agua se está convirtiendo en uno de los recursos más escasos del planeta; y aunque en Costa Rica hemos sido privilegiados por la naturaleza, no estamos exentos de situaciones críticas en ciertas zonas geográficas, ni vacunados contra la rapiña de algunas empresas transnacionales que hacen del agua un lucrativo y depredador negocio. Tampoco podemos asegurar que con el cambio climático las cosas serán iguales para las generaciones futuras.
El problema del agua se ha venido agravando de manera acelerada. Una tercera parte de la humanidad vive en regiones donde el agua es insuficiente. Países en la categoría de riesgo extremo, incluidas las populosas economías de Pakistán y Egipto, ya están experimentando tensiones internas y transfronterizas debido a los limitados recursos hídricos. Muchas ciudades chinas enfrentan escasez frecuente.
Esta situación se agrava por la privatización del agua, cuya competencia ha pasado de manos del Estado a empresas privadas, con las consecuencias que eso tiene, en razón del precio, para los grupos vulnerables. En la actualidad dos multinacionales, Suez y Veolia, controlan más de dos tercios de las operaciones privadas del agua en el mundo.
Para tener una idea más clara de la relevancia y magnitud de este asunto y de la necesidad de que se le conceda el mayor rango jurídico a su conservación, explotación racional y accesibilidad, hay dos conceptos relacionados que resultan muy útiles. Uno es el del “agua virtual” y el otro el de la “huella hídrica”.
El agua virtual fue definida por el profesor J.A. Allan como “el agua que contienen los productos”. En términos concretos baste decir que para tomarnos una taza de café es necesario utilizar 140 litros de agua para el cultivo, la torrefacción y el empaquetado de los granos. Un kilo de carne requiere 16 mil litros y una camiseta de algodón 4.100 litros.
Individualmente, la huella hídrica es igual a la cantidad total de agua virtual de todos los productos consumidos. Una dieta a base de carne supone una huella hídrica mucho mayor que una vegetariana. Los países desarrollados muestran la mayor huella hídrica, que supera ampliamente sus propias superficies. Por esa razón algunos han “externalizado” su huella hídrica importando de otros lugares bienes que requieren alto contenido de agua para su producción.

Juan Manuel Villasuso

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