Semana Mayor
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 06 abril, 2009
Marcello Pignataro
Ayer empezó, de manera oficial, la Semana Mayor —conocida todavía por algunos como Semana Santa— con el Domingo de Ramos. Se recuerda la llegada de Jesús a Belén, conociendo de antemano su destino, en donde es vitoreado y recibido con palmas por el pueblo entero; el mismo pueblo que, pocos días después, exigirá su crucifixión.
La Semana Santa, al igual que la Navidad, ha venido perdiendo su significado real desde hace algunos años. Aun así, la devoción de un gran porcentaje de gente por asistir a las misas, procesiones, confesiones y demás es palpable durante estos días.
Lo que debería ser época de reflexión, meditación y unión familiar se convierte en periodos de vacaciones, viajes a la playa y al exterior. Lo puede sentir uno cuando maneja, dado que se reduce la cantidad de vehículos en las calles. Las televisoras locales desempolvan las mismas películas que venimos viendo desde hace 20 años (quizás más), con la ventaja para muchos de que hoy en día cuentan con sistemas de televisión por cable.
El hecho, por cierto, de contar con estos sistemas permite apreciar cómo se vive la Semana Santa en otras latitudes y resulta curioso que, salvo el canal de España (en donde la devoción es verdaderamente impresionante, motivando que artistas como Antonio Banderas se desplacen desde donde estén para participar de las procesiones), no se ven mayores muestras de religiosidad en el resto del mundo.
Los tiempos han cambiado, efectivamente, y posiblemente hoy en día somos menos los católicos en el mundo (y en Costa Rica) que hace un par de décadas. Las recientes manifestaciones del máximo líder de la Iglesia católica podrían acelerar o incrementar esta desbandada, pero siempre quedaremos algunos que seguiremos siendo fieles a nuestras creencias. Después de todo en quien creemos es en Dios, como ser Supremo y Universal, y no en lo que su emisario en la Tierra diga o deje de decir.
Así como los tiempos han cambiado en el orden religioso, también lo deberían hacer en el orden legal, político y social. Todavía me parece una de las cosas más absurdas, ridículas y tercermundistas que siga vigente una ley que exige a ciertos locales dejar de vender licor durante dos o tres días. Aparte de que ya la Ley de Tránsito se ha encargado de bajar los niveles de ventas de bares y cantinas a niveles cercanos a cero, es ampliamente demostrable cómo la gente acude a supermercados, pulperías, centros de conveniencia y demás a adquirir todas las bebidas alcohólicas que pueda… el día anterior al cierre.
O sea que si la Ley Seca empieza a la medianoche del Miércoles Santo, los lugares que mencioné en el párrafo anterior no darán abasto desde el pasado sábado y hasta el mismo miércoles. Absurdo.
Espero, sin embargo, que este periodo sirva de reflexión, de meditación, de unión familiar —independientemente de las creencias religiosas o no de cada uno— para que podamos seguir componiendo el mundo que tan extraño se nos ha vuelto para quienes ya superamos la treintena de años.
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